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ISSN 1989-4163

NUMERO 89 - ENERO 2018

Asrevni

Paco Piquer

            Me miro en el espejo, y el rostro que contemplo es el mío. Eso está claro. Sin embargo, ese rostro que contemplo está invertido; no se ajusta a la realidad. Su lado derecho corresponde a mi lado izquierdo. Está oditrevni. Sucede cuando leemos un rótulo en una puerta de cristal desde su interior. Cuando te despides del barbero, estás saliendo de la aìrebraB; mientras pagas en caja, lees en la puerta odacremrepuS.  En mis sueños últimos, este fenómeno óptico se convierte en habitual, de modo que, en ellos, voy siempre provisto de un espejo para leer el periódico. Por ejemplo, cuando viajo en metro y quiero leer durante el trayecto. Porque no es lo mismo leer “Anciano mata a su mujer de 80 años por celos de un celador del geriátrico” que “ocirtàireg led rodalec nu ed solec rop soña 08 ed rejum us a atam onaicnA”. No, no es lo mismo. Y cuando saco el espejo, la gente me toma a cachondeo. Así que, casi siempre, cuando observo las primeras risas, desisto de leer el diario. En la puerta más próxima, observo con atención las instrucciones, “satreup sal ne eyopa es oN”  y salgo cuando el tren se detiene. Busco la “adilaS”  y, como hoy, me dirijo hacia un parque vecino, donde leer tranquilo. Me siento en un banco, abro el periódico y, mirando a un lado y a otro, saco el espejo. Las noticias son anodinas, repetitivas. Lo de siempre.  En las páginas de opinión y, como de costumbre, las habituales contradicciones sobre el tema del momento. Ayudan poco las posturas de los políticos. Todos pretenden estar en posesión de la verdad. Cuando se escrutan los votos de cualquier sufragio, todos parecen haber ganado. Luego vendrán pactos para demostrar lo contrario. Enfrascado en mi lectura, no reparo en un hombre que se sienta a mi lado – saìd soneuB – sus palabras parecen un saludo. No acierto a contestarle. Le contemplo, perplejo – ogima ,oliuqnart- dice – sortseun sol ed onu se euq oeV- me señala el espejo. – No comprendo, ¿qué quiere usted decir? – mi extrañeza va en aumento – ¿asrevnI atenalp led detsu edecorp on osacA? – pregunta, a la vez que me muestra un espejo parecido al mío –Se equivoca usted, esto me ocurre tan sólo en sueños – le explico –¿oñeus nu se otse euq ed oruges àtsE? – Deja caer la frase mientras se levanta. Veo como se aleja. Sin volverse, me muestra, de nuevo, el espejo. Me siento mal, mi cuerpo está bañado por un sudor frío. En un bar cercano, pido un botellín de agua, que consumo a grandes tragos. Me tranquilizo. Cuando abandono el local, leo en la puerta de cristal: “ ollija la sabmaG, azuladnA al a seramalaC, sollaC”  Corro a mi casa. Llego sofocado y mi mujer lo nota - ¿Te sucede algo, Venancio? Te noto extraño – Me pregunta con cara de preocupación – Toda la noche levantado - “reerc a sav ol et oN .aìraM, reerc a sav ol et oN – digo, mientras escondo, sin que me vea, el espejo debajo de la cama. María me da la espalda con un gruñido y continúa su sueño. Controlo el despertador: 81:40, yrespiro aliviado. Aún me quedan un par de horas de sueño antes de que suene.

 


Asrevni

 

 

 

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